El nacimiento de un niño señala un cambio radical en la
vida de una pareja. Las funciones de cada uno deben
diferenciarse para hacer frente a las necesidades de atención y alimento del
niño y afrontar las restricciones al tiempo de los padres, para sí mismos y
como pareja. Esto impone un cambio en la manera de relacionarse entre ellos.
Además habrá que renegociar las fronteras con la familia
extensa. Los abuelos, tías y tíos, incluso
amigos, pueden incorporarse para apoyar
y orientar en las nuevas funciones de la familia o para entorpecerlas.
Convertirse en padres y mantener una relación de pareja
satisfactoria requiere de mucha organización y no pocos cambios.
La pareja tendrá que resolver nuevas dudas y dificultades como ¿quién se
ocupará de qué?, ¿cuándo tendrán tiempo para ellos como pareja?, ¿podrán
continuar con sus aficiones personales?, ¿es egoísta querer hacerlo?
Mucha gente piensa y
así lo expresa que “ser padres es la mejor experiencia en la vida”. Lo que no
se expresa tan fácilmente es que al mismo tiempo puede ser un periodo muy
difícil, en el que realmente se dispone de menos tiempo para uno mismo y para
la pareja y en el que el cansancio y el estrés hace mella en los padres, que
pueden sentirse más irritables, con menos energías, incluso impotentes o
desesperanzados.
La llegada de los
hijos implica necesariamente una nueva organización en la vida de la pareja en
la que deben ser tenidas en cuenta las necesidades de cada uno,
individualmente, como pareja y también como familia. Esto no afecta solamente a
los padres, sino que va a repercutir en las relaciones con sus familiares y
amigos más próximos.
A las
responsabilidades habituales de la pareja habrá que añadir todas las
relacionadas con el cuidado de los hijos y habrá que reorganizarse. Lo ideal es que ambos aprendan juntos las
nuevas tareas que van a tener que desempeñar, para que los dos sean autónomos.
Si los dos se ayudan mutuamente y alternan turnos para aquellas
responsabilidades que generen más cansancio o estrés, entonces ninguno estará
resentido por tener que hacer todas las
tareas.
La pareja necesita
seguir compartiendo tiempo y espacios para mantener viva la relación. Es importante seguir cuidando el vínculo,
encontrando momentos para mirarse, hablar, compartir sentimientos, ilusiones y
proyectos, buscando juntos la mejor manera de tener este tiempo. Si es
necesario hay que planear estos momentos de encuentro, si es posible dejando a
los niños al cuidado de alguien de confianza y tomarse un descanso como padres,
para volver a disfrutar de estar juntos.
¿Y uno mismo? ¿Dónde
queda uno mismo?. Siendo conscientes de que la vida de los dos ahora está más
ocupada que nunca, no hay que olvidarse
que también hay que cuidarse uno mismo, intentar disponer de un tiempo
personal a la semana para aquellas actividades gratificantes que tanto se echan
de menos y por supuesto respetar que la
pareja disfrute su propio tiempo de ocio..
¿Y qué ocurre cuando
todos opinan sobre cómo tenemos que educar
a nuestros hijos? Sobre todo los padres primerizos, pasan por algunos
momentos en los que los familiares, incluso algún conocido, les dan consejos
sobre cómo criar y educar a los hijos, llegando a cuestionar las propias
opiniones o maneras de hacer las cosas.
En estas situaciones
la pareja puede sentir que pierde el control sobre la organización de su hogar
y su vida familiar. Es necesario hablar abiertamente con la pareja sobre lo que
está generando este malestar y qué es lo que necesitan. Así podrán llegar a un
acuerdo sobre la conveniencia de hablar
con los familiares para que respeten sus decisiones sobre cómo criar y educar a
los hijos, sin ofender a nadie.
Incluso sin
interferencias externas, es muy posible que la pareja no comparta todos los
planteamientos respecto a cómo ser padres. Es
normal que haya diferencias entre las propias ideas y valores y los de la
pareja. O que ambos padres tengan distintos estilos educativos. Es
fundamental reconocer que ambas posturas
pueden ser igualmente apropiadas y presuponer que ambos padres actúan buscando
lo mejor para sus hijos. Cuando los dos pueden sentir que su aportación a la
crianza y educación de los hijos es reconocida y apreciada, disminuye el enfrentamiento en la pareja y
la relación se vuelve más colaborativa y de apoyo mutuo.
Es fundamental como
padres y como pareja intentar lograr puntos de encuentro, buscar los momentos
adecuados para expresar aquello que nos molesta, escucharse mutuamente, tratar
de entender la perspectiva de la otra persona y negociar para avanzar hacia la solución de las
dificultades que esta nueva etapa trae consigo.