Seguramente
estaremos de acuerdo con que, en buena
compañía somos más felices.
Las
expectativas sobre las relaciones de pareja han ido evolucionando con el
tiempo, pero, aun así, los ideales y creencias sobre lo que significa el amor y
los planteamientos sobre qué esperar de la convivencia, difieren enormemente entre
personas en función de su propia escala de valores. Así que como paso previo, para poder tomar
decisiones, habría que conocer cuál es el propio sistema de valores y cuál el
de la persona con la que esperamos mantener una relación de pareja. ¿Fácil?
Yo creo que no.
Una
expresión, una actitud, una sonrisa, unas palabras….y se siente esa sensación
tan agradable, cautivante e inquietante a la vez….puede ocurrir de repente o
surgir despacito. Y cuando surge el enamoramiento puede tenerse el convencimiento de que esa persona será “la
persona” y además se espera ser correspondido en los propios deseos y afectos y
en la misma proporción.
Ahora
es cuando hay que intentar un acercamiento emocional y físico que permita
conocerse realmente y confirmar, o no, esa primera impresión tan impactante que
se ha concebido en un primer momento. Y continuar, o no, con la relación.
Algunas veces se continúa con la relación porque “para
qué cambiar” y con el paso del tiempo se lamenta no
haber vivido ese gran amor que se había imaginado.
Cuando
se decide continuar con algo que no nos satisface, por egoísmo, por miedo a
estar solos, por pereza, por miedo a no gustar a nadie más, el error es propio y no tiene sentido
empeñarse en cambiar a la otra persona para que se ajuste a nuestras
expectativas, a lo que se quiere que el otro sea y que nunca ha sido.
Cuando
se da la ocasión de comenzar una relación de pareja, además de imaginar los
momentos maravillosos que se cree que se vivirán junto a esa persona, pocas
veces se para uno a pensar en qué es lo que realmente se quiere.
Es
frecuente (cuando hablamos del amor) tener la idea de que lo que se quiere que
ocurra simplemente ocurrirá, como por arte de magia y se mantendrá sin ningún
esfuerzo.
Lo que es menos frecuente es plantearse cómo es uno
mismo, qué es lo que necesita y lo que puede ofrecer.
Plantearse previamente, al inicio de la relación, qué es lo irrenunciable, qué
es importante, qué no es importante y qué es insoportable o totalmente
inadmisible. Si la otra persona carece
de las características que se consideran fundamentales o posee algunos rasgos
que resulten insoportables en la convivencia, es muy difícil que esa relación
funcione de manera satisfactoria a largo plazo.
Igualmente
cuando uno no está capacitado para convivir consigo mismo, será muy complicado
poder convivir felizmente con alguien más. Aquello
que no soportamos en nosotros mismos no podemos esperar que lo soporten los
demás y además ser amados por ello.
Además el trato que uno se dé a si mismo, condiciona enormemente
el trato que reciba de los demás, en
la medida que permita ser tratado de determinada manera o que ponga la propia
felicidad en manos de la otra persona.
Así
que anticipar estas reflexiones de manera objetiva y realista ayudaría a no perder el tiempo intentando justificar
lo injustificable o tratando de cambiar lo que la otra persona aporta a la relación,
que no se ajusta a las expectativas y que se acaba convirtiendo en motivo de
reproches, quejas y frustraciones por ambas partes, una porque ya no lo soporta
y la otra porque no comprende nada, si siempre ha sido así…
Cristina Enseñat Forteza-Rey
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar
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