miércoles, 29 de marzo de 2017

Cómo actuar cuando los niños mienten



Mentir, engañar, ocultar, simular, en definitiva, manifestar lo contrario de lo que se piensa, cree, opina o se sabe, es algo inherente al ser humano. Que levante la mano el que no lo haya hecho nunca.

En los niños (como en los adultos)  esto puede ser un hecho puntual, algo más frecuente o incluso una costumbre.

En las primeras etapas de la infancia los niños alteran o inventan la realidad simplemente como una manera de ejercitar su imaginación desbordante. Pero con el paso del tiempo y con la práctica, la mentira y la ocultación van adquiriendo una utilidad. Bien, como respuesta a una educación excesivamente exigente o autoritaria de los padres o como medio para evitar alguna consecuencia desagradable, un castigo o una situación vergonzosa.

Los niños pueden mentir por su deseo de no contradecir o enfadar a sus padres, por miedo a perder su aprobación, para evitar un enfrentamiento o recibir un rechazo, un castigo o una circunstancia que pueda resultarle desagradable. 

Otras veces pueden pretender obtener algún beneficio o provecho, captar la atención y el cariño de sus padres, recibir algún favor, cuidados o algún trato especial o privilegio.



En cualquier caso, cuando el niño consigue lo que pretendía, es más probable que continúe mintiendo cuando se encuentre en situaciones parecidas, porqué le sirve.

Para prevenir  en lo posible estas situaciones y poder intervenir cuando sea necesario, los padres han de procurar un ambiente adecuado, creando un clima de mutua confianza, de diálogo, sensibilidad y respeto, sin exagerar los requerimientos, sin intimidaciones ni amenazas, que permita reducir la necesidad del niño de recurrir a la mentira.

Lo más importante es procurar que el niño no obtenga ningún beneficio mintiendo, en ningún caso. Que no consiga beneficio alguno y que tampoco pueda eludir las consecuencias negativas de su comportamiento.

Castigar al niño que miente es una estrategia poco eficaz, que puede producir incluso el efecto contrario al que se pretende, empujando al niño a perfeccionar sus técnicas de engaño y ocultamiento. 

Hay que permitir y favorecer que el niño admita que ha mentido y hay que reconocerlo y valorarlo positivamente cuando esto acurra. Hay que manifestarle abiertamente nuestras expectativas respecto a su sinceridad, a que diga la verdad y hacerle saber que mentir deteriora la confianza, para que conozca el valor de la verdad, de dar la cara y de enfrentar la realidad.

Tratando sus errores y fracasos como experiencias de aprendizaje y no como algo punible, aprenderá que afrontar la realidad, aunque las consecuencias puedan ser desfavorables, es mejor que escaquearse y verse obligado a mentir.

Además de todo, los niños tienen que encontrar en sus padres un ejemplo y un modelo de sinceridad. Algunas veces los niños mienten simplemente por imitación del comportamiento que observan en los adultos. Observan cómo los adultos se mienten entre ellos, o le engañan a él, por ejemplo cuando sus padres incumplen alguna promesa o incluso, en el peor de los casos, son los padres quienes enseñan e incitan a los niños a engañar y a mentir. “tú no le digas nada de esto a papá o a mamá”.

No tiene mucho sentido justificar las mentiras de los adultos y luego esperar que los niños se comporten de otro modo.










Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar

martes, 14 de marzo de 2017

Habla “CON” y no “A” tus hijos pequeños



Una conversación no es un monólogo, es un intercambio de ideas entre dos personas.
 
La comunicación es un componente esencial en el desarrollo saludable de los niños y una buena comunicación consiste en algo más que palabras. Es importante lo que decimos y es importante cómo lo decimos, las miradas, las sonrisas, los gestos y los silencios. Y requiere además, escuchar y hablar con sentimientos.

Establecer una buena comunicación con los niños es importante para su presente y para su futuro. Es esencial para desarrollar confianza en si mismos y para desarrollar relaciones positivas con los demás. Una buena comunicación construye relaciones cálidas, humanas, favorece la cooperación y desarrolla sentimientos de autoestima.

¿Y cómo se consigue esto?

Generalmente los adultos no tienen dificultades a la hora de dar directrices a los niños: “ven aquí”, “recoge esto”, “no saltes en la cama”, pero esto es una comunicación unilateral, esto es hablar “a” los niños, como si el niño no fuera capaz de conversar. Y la cosa se complica cuando se trata de comunicar sentimientos y emociones (los del niño o los propios).

Es fundamental darse cuenta de si además de darle a los niños los consejos necesarios, intercambiamos con ellos opiniones y sentimiento, si conversamos sobre algún tema que les interese a ellos (que no esté relacionado con su comportamiento), si nos interesamos por cómo ha sido su día y escuchamos sus respuestas con interés.

Hablar “con” los niños y escuchar lo que tienen que decir es una experiencia preciosa que desde muy temprano permite a los padres conocer las necesidades, deseos y sentimientos de sus hijos y que resultará de gran ayuda cuando lleguen a la adolescencia.

Para conseguirlo es importante que el niño perciba que cuando habla se le escucha y se le presta atención. Escucha con los cinco sentidos lo que tu hijo quiere decirte.

Dicho esto, sabemos que no es posible prestar atención al niño cada vez que éste abre la boca, sin embargo es muy recomendable dedicarse varios días a evaluar y a darse cuenta de cómo escuchas a tu hijo, cuánto le escuchas y con qué frecuencia. 

Quizás sea necesario modificar tu modo de reaccionar cuando el niño te interrumpe o aprender a reaccionar adecuadamente tanto a las palabras como a los sentimientos que expresa tu hijo, descubriendo modos de reconocer lo que es importante para tu hijo sin abandonar tus obligaciones cotidianas y sin silenciar el cariño que sientes por él. Aunque algunas veces sí será necesario interrumpir tus actividades para prestarle atención y si realmente estás ocupado díselo: “estoy ocupado ahora, pero hablaremos cuando termine” y hazlo. 

Hablar con los padres debe ser una fuente de satisfacción para los niños.  Permite a tus hijos hablar libremente, de lo que quieran, deja que te cuenten sobre sus “aventuras”, sin interrumpirles, desde el principio hasta el final e invítales a hablar más, a compartir contigo sus ideas y sentimientos. Esto le muestra al niño que tu realmente estás escuchando y realmente tienes interés en él y en sus cosas. El niño siente, de este modo que sus ideas son importantes y que él es aceptado y respetado como individuo, incrementa su autoestima y se refuerza el vínculo entre vosotros. 











Psicóloga General Sanitaria
Prientadora Familiar





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