viernes, 22 de abril de 2016

Familias reconstruidas. Encaje de bolillos.



Cuando una pareja forma una familia reconstruida, generalmente esperan encontrar la alegría, la felicidad y la paz que no tuvieron o perdieron en sus relaciones anteriores. Sin embargo, esto no es tarea fácil.

Una familia reconstruida es aquella que se forma después de una separación o divorcio, o después de haber enviudado y donde, al menos un miembro de la pareja aporta uno o varios hijos de una relación anterior.

Estas familias, en su adaptación tienen que afrontar las mismas dificultades que cualquier otra familia común, además de las complicaciones especiales, propias de su particular situación. Por supuesto los miembros de la nueva familia tendrán que aprender a vivir juntos y a llevarse bien, teniendo en cuenta que los padrastros o madrastras se encuentran con una familia ya formada desde el primer día y sin olvidar la existencia de ex cónyuges, abuelos, nietos o amigos que también tienen que acomodarse a la nueva situación. Lograr el éxito en esta adaptación va a requerir tiempo y no poco esfuerzo.

Estas segundas o terceras familias nacen siempre de una pérdida. Antes de la formación de estas nuevas familias, siempre ha sucedido una muerte, separación o divorcio, y no se pueden obviar los sentimientos que acompañan a esa pérdida, independientemente de las circunstancias, tanto en los adultos como en los niños, que tienen que elaborar su duelo por la pérdida de su primera familia y no lo harán todos al mismo ritmo, ni de la misma manera. Así, no es extraño descubrir que estos sentimientos crean tensión, especialmente si no se está dispuesto a reconocerlos y hablar de ellos.

Los adultos (padrastros o madrastras) pueden ayudar, aceptando esta tensión y su origen y entendiendo que es un reto que requiere tiempo y paciencia para ser superado.

Los miembros de las familias reconstruidas tienen diferentes historias personales. Si ambas partes aportan hijos a la familia hay varias series de historias y relaciones que deben ser reconocidas, en las que a veces alguien puede sentirse como un extraño y los demás miembros de la familia tendrán que adoptar una perspectiva distinta para que todos se sientan incluidos.

Tanto los niños como los adultos tienen una historia previa con diferentes costumbres y formas de hacer las cosas, cada persona tiene sus propios hábitos, actitudes, valores y preferencias, que se deben tener en cuenta para poder conciliar necesidades y momentos vitales muy diferentes a medida que se avanza en la convivencia cotidiana y conseguir ajustarse puede resultar caótico. Es por esto que actuar y sentirse como una familia formada por primera vez, en realidad, es imposible.



Estas diferencias en valores y tradiciones no están ni bien ni mal, simplemente han de ser tenidas en cuenta. Cuanto mayores sean los padres y los hijos, más larga será la historia que traigan detrás y más las diferencias posibles. La relación de una familia biológica con cada hijo comienza en el nacimiento, en una familia reconstruida el nuevo padrastro o madrastra se convierte en un padre o madre instantáneo, de personas que pueden parecer como extraños, incluso puede ser que ni siquiera se gusten. Esperar amor automático entre los miembros de la nueva familia es, al menos, poco realista. En realidad la construcción de estas nuevas relaciones requiere de compromiso, tiempo y voluntad.

Puede ocurrir también que, en este intento por construir relaciones positivas entre los hijos y el/la padrastro o madrastra, especialmente la mujer, puede estar tan decidida a superar el estereotipo de madrastra insensible, cruel y malvada de los cuentos, que trate por todos los medios de convertirse en una “super-mamá”, rol que puede llegar a ser muy abrumador para la familia y desalentador y frustrante para la “super-mamá” al no verse correspondida en sus esfuerzos.

Los niños y niñas de entre 9 y 15 años son los que se encuentran en la etapa más difícil para la adaptación a la situación de la nueva familia reconstruida, pudiendo sentirse  desplazados o enfurecidos. A esta edad suelen tener fuertes problemas de lealtad cuando la nueva pareja de su padre o madre entra en la familia, porque sienten que son desleales con el padre o madre ausente si ellos aceptan al nuevo padrastro o madrastra, incluso pueden tener la fantasía y el deseo de que los padres biológicos vuelvan a juntarse, aferrándose a la idea de que su vida sería mejor si su padre o madre “real” estuviera presente.
Los niños y niñas de menor edad han tenido menos tiempo para establecer fuertes lazos de lealtad y pueden adaptarse mejor a los cambios. Y los adolescentes mayores pueden estar más preocupados por salir ellos del nido y no tanto por lo que haga su padre o madre.

Construir unarelación de pareja sólida es una parte importante en la formación de una segunda familia estable. Una pareja fuerte, que trabaja como un equipo, tiene menos riesgo de terminar su relación que las parejas que se ven involucradas en las luchas por el poder en la disciplina de los hijos/as, problemas con los ex cónyuges, abuelos y parientes de la familia y otros desafíos que tienen que enfrentar las familias reconstruidas, que pueden ser fuente de tensión y estrés.

Para facilitar la adaptación, la pareja tiene que ser consciente de las muchas dinámicas que se están produciendo y entender que los sentimientos de pérdida, de deslealtad y el rechazo forman parte del proceso.

Algunas cosas que pueden ayudar a la adaptación son:

Que el padre/madre y el padrastro/madrastra intente pasar tiempo con cada niño de forma individual, para establecer o mantener un vínculo más fuerte.

Que el padrastro/madrastra apoye al padre/madre biológico en lugar de disciplinar directamente al hijastro/a

No mostrarse abiertamente hostiles y negativos sobre los padres ausentes y los amigos y familiares relacionados.

Crear nuevas tradiciones familiares que ayuden a todos los miembros  a sentir que forman parte de la nueva familia, trabajando por desarrollar un estilo propio que sea comprensivo y flexible.






Cristina Enseñat Forteza-Rey 
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar



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lunes, 11 de abril de 2016

Cómo detectar si los/as hijos/as consumen drogas.




Para divertirse, para consolarse, para espantar la soledad, para alternar con los amigos, para olvidar, para recordar…en España se consume alcohol de manera “natural”.

De la misma manera y en este entorno, los jóvenes consumen alcohol de forma habitual y en muchos casos en grandes cantidades. Tengamos en cuenta que es más fácil que un adolescente consuma una droga si piensa que los demás lo hacen.
Las drogas que más consumen los jóvenes y adolescentes son: el alcohol, el tabaco, el cannabis y  a mucha distancia, los estimulantes como el speed y la cocaína.
Sin embargo y contrariamente a las muchas noticias que parecen querer mostrarnos lo contrario, la mayoría de los adolescentes y jóvenes No son consumidores de drogas

¿Cuáles son los comportamientos que pueden indicar a los padres un consumo de drogas por parte de los hijos/as?

Aunque hay algunos indicadores de consumo muy evidentes en si mismos, como verles llegar borrachos o encontrar drogas en casa, será la combinación de varios “signos de alarma” la que nos puede estar indicando un consumo real de drogas por parte de nuestros hijos/as.

Cambios realmente bruscos de actitud y en su relación con nosotros (no la rebeldía y distanciamiento habitual de la adolescencia). La agresividad, la utilización persistente de mentiras y los comportamientos extraños son habituales con el consumo de drogas.

Un brusco descenso del rendimiento escolar y problemas en el centro, más allá de lo que podría ser considerado normal, que generalmente es detectado por el profesorado. Por esto es muy importante mantener una relación de colaboración con el centro escolar. 

Mantener de forma habitual unos horarios exageradamente desfasados, frecuentando entornos nocturnos de “fiesta”.

Cambio de amigos y de costumbres, el acercamiento a entornos de consumo y grupos de consumidores distanciándose de los amigos no consumidores. Es habitual que los padres dejen de tener noticias de los amigos de siempre, pasando a saber muy poco o nada de los nuevos amigos y los lugares por los que se mueve su hijo/a.

El manejo injustificado y extraño de dinero, la presencia injustificada de mucho dinero en casa, los robos en el hogar o a otras personas, puede ser también un síntoma de trapicheo y consumo de sustancias.

Además, nos podemos encontrar con los síntomas propios de encontrarse bajo los efectos de alguna sustancia, que van a depender del tipo de droga consumida por ejemplo, euforia, locuacidad, dificultades para dormir o cansancio extremo, malestar emocional, irritabilidad, sueño persistente y síntomas físicos como un aliento característico, ojos rojos, dilatación de las pupilas o pérdida de apetito. 

Conocer estos signos y los comportamientos que pueden ir asociados al consumo de drogas nos va a facilitar el detectarlo a tiempo y poder afrontar cuanto antes el problema.

Dónde acudir para pedir ayuda:











Cristina Enseñat Forteza-Rey
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar




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