Numerosos estudios
indican que las relaciones interpersonales, especialmente las familiares, son
uno de los factores predictivos de la felicidad y el bienestar emocional, así
como también una de las causas más importantes de conflicto y malestar que
provocan en las personas emociones negativas como la tristeza, el rencor o el
odio.
Así que, es necesario
que en la familia se fomente y se consiga el desarrollo de las competencias emocionales que nos permitan vivir juntos con el mayor bienestar.
¿Qué clima emocional creamos en casa cuando vivimos
inmersos en el estrés, la ansiedad, el miedo, la tristeza o la rabia? ¿Qué
efecto tienen nuestras propias emociones y nuestras prisas, en nuestros hijos…irritabilidad,
ansiedad, rabia…?
Lo primero que hay
que hacer para poder desarrollar las competencias emocionales es tomar
conciencia de nuestras emociones, empezando por uno mismo. Los padres y madres somos los primeros que debemos desarrollar nuestra
inteligencia emocional, si queremos ser un referente para ayudar a nuestros
hijos en su desarrollo emocional. Los padres somos modelos de comportamiento para nuestros hijos, por eso es necesario que desarrollemos
nuestra inteligencia emocional para favorecer la de nuestros hijos.
Para empezar a desarrollar nuestra conciencia emocional
podemos respondernos a preguntas como estas:
¿Cómo me siento?
¿Por qué me siento así?
¿Cómo estoy
manifestando lo que estoy sintiendo?
¿Esta emoción me
ayuda a resolver esta situación? ¿Qué estrategia puedo utilizar para
mantenerla? O ¿Qué puedo hacer para cambiarla y sentirme mejor?
El siguiente paso
será ayudar a nuestros hijos a detectar cómo se sienten ellos y cualquier situación es buena para practicar
y desarrollar la conciencia emocional, para ayudarles a prestar atención a
sus emociones y a ponerle nombre a eso que sienten, a través de nuestro
ejemplo, verbalizando nosotros mismos nuestros sentimientos, cuando estamos
contentos, enfadados, tristes…
Ahora bien, no
podemos quedarnos ahí, aunque todas las emociones son legítimas y así es
necesario aceptarlas, el comportamiento automático que se deriva de algunas de
ellas (como la respuesta de atacar asociada a la ira) no son siempre adecuadas.
Así que tendremos que enseñar a nuestros hijos cual es la diferencia entre
estar enfadado y pegar a un compañero porqué me siento enfadado. Estar enfadado
es algo natural y legítimo, pero pegar a un compañero como consecuencia de un
enfado, no es aceptable.
Se puede encontrar
abundante material para desarrollar la conciencia emocional de nuestros hijos,
pero estas son algunas actividades que
podemos hacer con ellos para fomentarla en casa:
Con los más pequeños
podemos dibujar caras que expresen
diferentes emociones, pidiéndoles que nos indiquen cómo se sienten ellos en
estos momentos y en que situaciones sienten cada una de las emociones que
vayamos dibujando.
Utilizando un espejo,
jugar a imitar juntos diferentes
emociones (poner caras), para que observen y reconozcan como cambian ellos
mismos y los demás sus gestos según la emoción.
Ante algún suceso que
para ellos sea importante, ayudarles a conectar con la emoción que sienten en
ese momento, ponerle nombre y detectar
porqué se sienten así.
Con hijos
adolescentes, se les puede animar a trabajar un diario emocional en el que puedan anotar, cuando hayan vivido
alguna situación positiva o negativa, cómo se sienten, por qué, si creen que es
necesario cambiar la emoción y qué podrían hacer para cambiarla.
Expresar nuestras
emociones es fundamental para comprender las emociones de los demás. “Leer”,
reconocer, comprender y conectar con las emociones de los demás (la empatía)
nos permite relacionarnos mejor con nuestro entorno, en la familia, en el
trabajo, con los amigos, permite tener relaciones interpersonales de mayor
calidad, que a su vez generan mayor bienestar. Al contrario, cuando una persona
carece de empatía puede comportarse de manera agresiva y violenta con los demás
y no sentir ningún tipo de compasión por los demás, ya que tienen dificultades
para entender las emociones ajenas y esto provoca que sus relaciones
interpersonales fracasen ya que pueden herir fácilmente a los otros al no
detectar ni leer adecuadamente sus sentimientos.
La empatía es fundamental para poder educar a nuestros
hijos desde la comprensión pudiendo conectar emocionalmente con ellos.
El coste de la falta de sintonía con nuestros hijos puede ser muy grande y los
beneficios de lograr esta conexión emocional enormes. Si conseguimos esto,
estaremos creando en nuestro hogar un
clima de convivencia, entendimiento y armonía que favorecerá unas mejores
relaciones con nuestros hijos evitando conflictos y confrontaciones tan
infructuosos como innecesarios.
Si comprendemos a
nuestros hijos y conectamos emocionalmente con ellos, aprenderán de nuestro
modelo y serán sensibles a las emociones de quienes les rodean. Leer o mirar una película juntos son
actividades que nos permiten trabajar la comprensión de las emociones de las
otras personas con los niños, desarrollar la empatía al mismo tiempo que
practicamos y aumentamos el vocabulario emocional.
Para regular y
gestionar las emociones negativas y fomentar en nuestros hijos las emociones
positivas podemos utilizar varios recursos:
Escuchar varios tipos de música con
nuestros hijos, para que puedan escoger aquellas que les generen tranquilidad,
calma, paz interior o alegría, para regular su estrés, enfado, tristeza,
identificar qué tipo de música le puede ayudar a cambiar ese estado.
Compartir nuestro tiempo libre y jugar
con ellos sin llegar a crear dependencia, cantar
y bailar. Fomentar y crear experiencias emocionales positivas que mejoren
nuestra relación con ellos, reírnos, fomentando el sentido del humor y las emociones
positivas al mismo tiempo que aprenden y desarrollan su tolerancia a la
frustración, el control de la impulsividad a respetar los turnos y a escuchar
con atención.
Quererles. Es necesario mostrar a
nuestros hijos el amor que sentimos por ellos, con palabras y con nuestro
lenguaje corporal. Dar caricias y muestras de afecto ayuda a sentirnos buen y a
compartir emociones positivas. Los niños que carecen de contacto físico tienden
a tener relaciones interpersonales menos satisfactorias y a mostrar conductas
antisociales. Es importante darles afecto y cariño a través del tacto, las
caricias y los besos a nuestros hijos y ayudarles a ser conscientes del
bienestar que se siente cuando se dan y se reciben estas muestras de afecto,
enseñándoles a usar el lenguaje corporal para mostrar amor y cariño a los
demás.
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