domingo, 15 de enero de 2017

Educar con congruencia



Cada uno de nosotros, como padres, enfrentamos la tarea de educar, como un medio para transmitir a los hijos los valores de cada una de nuestras familias (los que hemos heredado y los que hemos elegido conscientemente) a partir de nuestra situación, de nuestras condiciones de vida, de nuestra historia y de nuestro proyecto de vida.

Para educar no hay recetas. En la familia se educa cuando lo planeamos conscientemente y también cuando no nos lo proponemos, a través de nuestras actitudes, respuestas, maneras de sentir y de actuar. Los niños aprenden de lo que decimos y también de lo que no decimos.

Y de la misma manera que trasmitimos valores y principios que les serán útiles toda la vida, también sembramos prejuicios y actitudes difíciles de superar.

Educar exige una continua reflexión acerca de nuestros actos y de sus consecuencias y estar abiertos a la autocrítica. 

Para lograr que nuestros hijos se desarrollen como personas íntegras, con criterio propio y capaces de conducirse a si mismas, la coherencia entre nuestras palabras y acciones es la clave. Cuando lo que decimos se apoya en lo que hacemos, los niños aprenden a tomar en serio nuestras palabras. Pero para esto es necesario que estemos seguros de lo que queremos trasmitir, de lo que pensamos y cómo nos sentimos.

Los niños perciben claramente cuando un “No” significa “puede ser” o “más tarde quizás”, y el niño aprende que se puede decir una cosa y hacer otra, que nuestra palabra no tiene valor.

Para que los niños realmente puedan aprender de y con nosotros, tenemos que estar seguros de que nos atienden y nos entienden y para esto los mensajes que reciban de nosotros deberán ser precisos y congruentes.











Cristina Enseñat Forteza-Rey 
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar 




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