Los hermanos, junto con los padres, nos acompañan en
nuestro desarrollo y determinan en gran parte nuestra manera de relacionarnos
con los demás, ya que es en la infancia y especialmente
en nuestra relación con los hermanos cuando aprendemos a convivir.
Los
hermanos son probablemente quienes nos van a acompañar por más tiempo, a lo
largo de nuestra vida. Con ellos compartimos la infancia, la adolescencia,
parte de la edad adulta e incluso la vejez.
Son,
en realidad, una fuente constante de aprendizaje. Con ellos aprendemos a compartir; a jugar; a luchar; a resolver o a no
resolver los conflictos; a dar y recibir apoyo; a entender los puntos de vista
del otro, sus emociones, pensamientos e intenciones, en contraposición a los propios; a ejercer
poder y a escapar de él; y a gestionar rivalidades y celos de manera
socialmente aceptable.
La
relación de los hermanos a lo largo de su vida, está muy influenciada por la relación que tengan los padres entre sí y con ellos.
Algunos
hermanos se llevan bien y son, en general una fuente de compañía y apoyo
emocional y material cercana y amorosa. Y otros, tienen una relación mucho más
difícil o problemática, incluso agresiva en alguna ocasión.
Estas dificultades en las relaciones entre hermanos se
hacen complicadas para los padres por
la fuerte carga emocional que suelen conllevar estos conflictos, convirtiéndose en una fuente de
preocupación.
No
todos los padres tienen la misma capacidad para tolerar las peleas o conflictos
entre sus hijos. Unos intervienen a la primera señal de tensión, otros cuando
ya se escuchan gritos y algunos no intervienen hasta que hay un episodio de
violencia física.
Lo
complicado es acertar, qué hacer y en qué momento.
Por
un lado, tomar la iniciativa y resolver el problema, puede impedir que los
niños tengan la ocasión de desarrollar estrategias de resolución de conflictos
por ellos mismos y acabar empeorando la situación.
Por
otro lado, intervenir puede ayudar a disminuir la intensidad de los
enfrentamientos y a lograr soluciones más constructivas, imprescindibles para
el aprendizaje de cómo llevarse bien con los demás.
¿Cómo,
entonces, deben intervenir los padres?
Evitando
emitir un juicio sobre la situación.
Estructurando
el proceso de negociación
Mediando
Dejando
en manos de los propios niños la solución final de cada situación.
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