Cada familia es
distinta, pero son muchos los estudios que coinciden en afirmar que, con la
llegada de la adolescencia, las relaciones familiares van a experimentar un
incremento significativo de los conflictos y discusiones entre padres e hijos.
En esta etapa los
jóvenes empiezan a ser más críticos con las normas familiares y empiezan a
considerar que ciertas cuestiones dependen únicamente de una decisión personal
propia y esta visión de las cosas puede no ser compartida por los padres.
En general, la
mayoría de los enfrentamientos entre padres e hijos adolescentes giran alrededor
de temas cotidianos tales como: las salidas y horarios de regreso a casa, forma
y manera de entretenerse el adolescente, pasar las vacaciones con o sin la
familia, las notas y/o el comportamiento en el colegio, los amigos y las
relaciones afectivas, las formas de hablar, el uso del dinero o la elección de
profesión y la preparación para un trabajo futuro.
En este video
encontrareis un buen muestrario de algunos de ellos en clave de humor, tal vez
os sintáis identificados.
En las familias donde
hay hijos adolescentes los temas de independencia y control hay que re-negociarlos y los cambios evolutivos
y las nuevas necesidades de los hijos requieren una re-organización de las normas de interacción y convivencia de toda
la familia.
Si ya sabemos que los
conflictos son inevitables, la forma cómo los afrontemos será lo que marcará la
diferencia. Si aprendemos a gestionar bien este tipo de conflictos damos al adolescente la oportunidad de
madurar, desarrollando nuevas capacidades y habilidades sociales como la capacidad de tomar decisiones, y de afrontar
dificultades en el futro. Por el contrario una mala gestión del conflicto
puede generar estrés, miedo o incluso violencia.
Es más útil asumir
que estos conflictos son un proceso
natural y necesario, potencialmente positivo. Lo que hará que un conflicto
sea constructivo o destructivo serán los medios y las maneras que utilicemos
para manejarlos.
En el tránsito entre
la infancia y la edad adulta, la
conquista de la autonomía del adolescente requiere un proceso de adaptación de
todos los miembros de la familia. El hijo siente progresivamente la necesidad
de ejercer control sobre ciertos ámbitos y fuerza a los padres a prescindir de
su gobierno, esto obliga a un cambio en las interacciones y las normas de la
familia para poder mantener a la vez, la continuidad de la familia y permitir
el crecimiento de sus miembros.
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