lunes, 4 de julio de 2016

“¡YO LO QUIERO, CÓMPRAMELO!”



¿Te suena esto? En el supermercado, con las prisas y el agobio de gente y los niños pidiendo…, al llegar a casa tu hijo quiere que le compres ese juguete de moda que TODOS sus compañeros tienen…, en Navidades o en las vacaciones de verano delante del bombardeo televisivo de publicidad, tus hijos con los ojos como platos pidiéndolo todo…”quiero esto”, “quiero aquello”, “quiero lo otro”, incluso lloros y pataletas en el peor de los casos. 



A ojos de un niño es muy fácil, solamente hay que ir a una tienda y cambiar lo que quieres por unos papelitos o incluso enseñarle un plastiquito a la dependienta que después te lo devuelve y lo puedes volver a usar. Y entonces ¿por qué no?.


Un estudio publicado por el Instituto de la Creatividad e Innovaciones educativas de la Universidad de Valencia califica a los niños españoles como consumistas, mimados y consentidos. Los niños influyen en aproximadamente un 43% de las decisiones de compra que se toman en la familia. Y muchos padres reconocen que intentan adecuar sus compras a lo que sus hijos prefieren, la influencia de los niños sobre sus padres crece con ellos, llegando a ser “los expertos” en determinados productos o marcas (ropa o tecnología).

Ante este tipo de situaciones los padres, aparentemente, podemos hacer dos cosas, decir que sí odecir que no. Sin embargo, no es tan fácil. Cada familia, cada niño, cada padre y madre y cada situación exigen un remedio distinto para salvar nuestra posición y educar a los niños.

Comprar, no es algo bueno ni malo en sí mismo. De hecho, es necesario. Pero, el consumo descontrolado o la dictadura que ejercen algunos niños sobre sus padres a la hora de comprar sí son situaciones difíciles, incluso muy difíciles, que hay que saber gestionar para no morir en el intento.

Para empezar y en general, conviene dejar claro cuáles son los papeles que cada miembro de la familia debe jugar y, por supuesto, jugarlos. Explicarles de manera clara y sencilla, que aunque vayamos a tener en cuenta su opinión (según sus capacidades y su edad), las decisiones las van a tomar los padres y hacerlo así, de manera coherente sin dejarse llevar por impulsos, por el aburrimiento, o por la “experta opinión” del niño. 

Practicar juntos aquello del “busque, compare…” enseñando a los niños a no quedarse con lo primero que vean aprendiendo a buscar información y a elegir.

Educar en la necesidad, planteándonos juntos preguntas del tipo: ¿lo necesitamos de verdad?, ¿para que lo vamos a usar y cuantas veces?; ¿cuántos tenemos ya?; ¿cuánto va a durar?; ¿podemos conseguir uno prestado?; ¿vamos a poder mantenerlo/limpiarlo/repararlo y tenemos ganas de hacerlo?; ¿cómo vamos a deshacernos de ello, es reciclable?; ¿tenemos algo ya que pueda sustituirlo?; ¿qué es lo que queremos, el producto o lo que regalan con él?

Y por supuesto, predicar con el ejemplo, todo esto no sirve de nada si luego ven a los padres meter en el carrito un montón de productos de compra por impulso.

A largo plazo, lo que vamos a conseguir es educar consumidores conscientes y responsables y de paso, aprender nosotros también.









Cristina Enseñat Forteza-Rey
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar



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