Desafortunadamente,
si le preguntamos a cualquier niño o niña cuáles son sus habilidades o sus
cualidades, le cueste contestarnos con seguridad. Sin embargo, es más frecuente
que sepan decirnos con exactitud todo lo que hacen mal y cuáles son sus defectos
por qué cuando se portan mal, o cometen algún fallo se lo decimos
inmediatamente.
Los niños crecen y la imagen que tienen de si mismos, se
va formando de lo que se dice de él y de cómo es tratado por las personas que
lo rodean. Si se le trata bien, el niño siente
que puede ser una persona valiosa; en cambio, si recibe continuas críticas,
reproches y descalificaciones, por ejemplo: que no hace nada bien, que es feo o
que estorba, entonces crecerá con la idea de que es una persona que no merece
nada y que no es importante para los demás.
Los padres pueden ayudar a favorecer la autoestima en sus
hijos, para que así estos tengan confianza en lo que pueden hacer, estén
deseosos de aprender nuevas cosas día a día, puedan disfrutar una vida social
aceptable y satisfactoria y sobre todo se sientan bien consigo mismos.
Los niños necesitan aprender
a quererse y a valorarse.
Desarrollar y fortalecer la autoestima es un proceso que
se logra cuando los padres transmiten a sus hijos el amor y el respeto que
sienten por ellos y el valor que les
dan como persona.
Los padres no pueden dar por hecho que sus hijos saben
que les quieren, y es necesario que ambos sepan demostrarles su amor con
palabras, besos, caricias y abrazos. Demostrando su cariño de una manera,
natural, abierta y sincera.
Es fundamental aceptar
a cada niño tal y como es, con sus virtudes y sus defectos, mostrar interés en
sus cosas, preocuparse por su bienestar físico y emocional, participar en sus
actividades y apoyarles para resolver sus problemas.
Aceptar al niño no significa que los
padres acepten todo lo que el niño hace, sino que entienden que tiene que ir aprendiendo cómo comportarse
y reaccionar ante diversas situaciones. Hay que guiarlos, enseñarles, educarlos,
con respeto, sin gritos, sin burlas, sin desprecios, ni descalificaciones
personales, mostrándoles el buen camino
y alentándoles a comportarse y sentirse de la mejor manera posible en todas las
circunstancias.
Reconociendo
en ellos el esfuerzo y el progreso: “mira que torre más alta has
construido, debes haberte esforzado mucho, ¿te gusta lo que has hecho?”
Usando
palabras descriptivas: “has dejado los vasos limpísimos, mira como brillan”
Ofreciendo
una valoración positiva de si mismo, independientemente del desempeño: “esto no
te ha salido como tu querías, debes estar decepcionado, la próxima vez que lo
intentes ¿qué harás diferente?.
Mostrando
confianza en sus capacidades para enfrentar y resolver problemas.
Y, por supuesto hay que poner límites, para que los niños sepan
cuando se están comportando de manera adecuada y cuando no. Los límites son
indispensables en la formación de la autoestima de los niños, porqué les
indican lo que se espera de ellos y les proporcionen seguridad. Sin límites, no
pueden saber si se van a comportar de manera adecuada o no, lo que puede
llevarles a no exponerse o a no esforzarse, por temor a equivocarse.
Los límites tienen que ser
apropiados a cada etapa y estar muy bien explicados. Y hay que mantenerlos de
manera consistente, con cariño y firmeza, el niño reaccionará de forma positiva;
en cambio, si se hace de forma demasiado dura y sin cariño, o sin firmeza, tratará de no obedecer.
Al
mismo tiempo, los padres son el espejo
en que se miran los niños, son su modelo. Casi siempre, los niños imitan
las actitudes, la manera de hablar y las cosas que hacen sus padres. Así que es
muy importante también que los
padres no se contradigan en las valoraciones que hagan de sí mismos y que no
proyecten sus inseguridades sobre sus hijos.
La autocrítica puede convertirse en un hábito, poco constructivo,
del que generalmente se es poco consciente. Si pone atención a todo lo que dice en
casa durante las próximas semanas se sorprenderá de ver cuantas veces menciona
sus propias faltas ante sus hijos. Expresando verbalmente nuestros sentimientos
y pensamientos de autocrítica, éstos se
afirman como una realidad en nuestras mentes. Por lo tanto, es necesario
también enseñar a nuestros hijos a no
practicar la autocrítica como estrategia para favorecer su autoestima. Ya que, ofreciendo a los niños un modelo
pobre sobre nosotros mismos, infravalorándonos, mostrándonos poco competentes el
niño asimila de modo inconsciente estos modelos de identificación.
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