La
etapa de nuestra vida en la que alcanzamos mayores cuotas de autonomía y construimos nuestra propia identidad es la
adolescencia.
Y
para lograrlo es necesario soltar la mano de papá y mamá para poder definir nuestra
identidad.
En esta etapa
de la vida se producen grandes cambios tanto físicos, como mentales y
emocionales, para que podamos afrontar ese proceso a modo de puente entre el
ser niño y ser adulto.
Además del
“estirón”, el vello, las horas ante el espejo ensayando cambios, las críticas a
todo lo establecido y lo que implique autoridad, las confidencias, secretos y
rituales compartidos con los amigos, el descubrimiento de una realidad que
antes no veíamos y ahora nos despierta infinitos interrogantes...
¿Te acuerdas
de cuando tu mismo pasaste por esta etapa?
Ellos y
ellas, los adolescentes, lo viven así, y conviene que recordemos cómo lo
vivimos nosotros, sin pretender que repitan lo mismo.
Y ahora que
eres padre o madre ¿te resulta familiar esta escena:
“-María, ¿hasta cuándo vas a estar con el
agua de la ducha dada? ¡Luego dices que eres ecologista...!
Primero no querías ducharte y ahora no
sales! ¡Qué niña!
-¡Que me dejes! Que tú si no controlas...”
Si a esto le añadimos, malos modos, algunos gritos, incluso un portazo,
bien podríamos estar en cualquier familia normal en la que haya algún
adolescente
Pero como
somos padres y nuestra función es educar, deberemos gestionar este tipo de
situaciones dando una respuesta que sea educativa (evidentemente).
Ante las
“provocaciones” de nuestros hijos adolescentes, podemos responder de dos
maneras:
- Dejándonos llevar por nuestras emociones negativas, dejando aflorar nuestro enfado y nuestra frustración y todo lo que eso conlleva, terminando por generar un conflicto aún mayor o,
- Podemos controlar nuestras emociones, intentar mantener la calma y utilizar el diálogo para llegar a acuerdos que nos permitan a todos tener una convivencia mucho más satisfactoria.
Estos dos
tipos de respuesta tendrán dos resultados muy diferentes y debemos ser muy
conscientes de cual nos conviene más utilizar para conseguir mejores
resultados, y poder seguir educando a nuestros hijos, que es de lo que se
trata.
La manera
como nos comuniquemos con nuestros hijos adolescentes va a ser fundamental en
la prevención y la solución de los conflictos que vayan surgiendo de manera
positiva.
Gritar,
perseguir, controlar…no educa y contamina el ambiente relacional de la familia.
Dialogar,
marcar límites razonando, argumentar, escuchar desde el respeto para comprender
sus puntos de vista, negociar compromisos... sí educa y sirve de modelo
positivo en el futuro ayudándoles a sentir la seguridad que necesitan en el
entorno familiar.
La
comunicación con los adolescentes es un tema fundamental tanto desde la prevención,
como el afrontamiento de los conflictos. Nuestro estilo comunicativo (agresivo
o asertivo) será una parte importante de la respuesta que provocará la escalada
del conflicto o lo encaminará hacia resultados más positivos.
Y entonces ¿de qué manera podemos mejorar la
comunicación con nuestros hijos adolescentes?
- Valorando
las cosas que hace bien, sus logros y dejando de criticar, resaltar lo que hace mal, juzgarle,
compararle.
-Mostrando
interés auténtico por sus cosas, respetando su intimidad, su espacio, sin
“investigarle”.
-Interesarte
por lo que percibes importante para él o ella, aunque no coincida con lo que a
ti te lo parece.
-Provocar
debates razonados sobre temas de opinión. Hablar, hablar y hablar…escuchar y escuchar más.
Aunque
pueden cambiar en su modo de expresión, no deben desaparecer durante la
adolescencia, los lazos afectivos que se han establecido durante la infancia,
sobre la base del amor y la comunicación, que generan seguridad, ayudan en la
construcción de la identidad y de la autoestima y que previenen actitudes
violentas y el consumo de drogas en la adolescencia.
Nuestros
hijos nos siguen necesitando y como padres debemos encontrar la manera de
continuar estando cerca y de expresarles nuestro amor, facilitando el proceso
de construcción de su autonomía y dándoles la seguridad emocional que necesitan
para afrontar los cambios que conlleva esta etapa de la vida.
Los hijos
necesitan a sus padres también durante
su adolescencia aunque sus actitudes parezcan manifestar lo contrario. ¿Cuál ha
de ser nuestra respuesta ante sus provocaciones?
Nuestra
respuesta ha de ser:
• Educarles
en la responsabilidad para facilitarles su autonomía.
• Negociando
para intentar llegar a compromisos
·Tratarle como persona que es capaz de
razonar, escuchar sus argumentos.
•
Manifestarle siempre nuestro amor y respetar su intimidad.
• Conocer a
sus amigos.
• Interesaros
por sus aficiones, aunque no las compartamos.
• Argumentar
nuestras normas y criterios, sin imposiciones.
• Ser
coherente
• Binomio más
eficaz: amor y firmeza.
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