Cuando uno de los
miembros de la pareja (o ambos) siente que el matrimonio le pesa, está claro
que hay un problema. Igualmente, cuando a uno de los dos le ronda por la cabeza
la idea de la separación, o cuando siente algo por otra persona, aunque no
llegue a engañar a su pareja, hay un problema. Cuando la comunicación entre
ambos se convierte en algo difícil, la pareja, o uno de los dos, puede
sospechar que hay un problema.
Estas situaciones son
señales de alarma para actuar.
Detectar posibles problemas entre la pareja es
fundamental y de ello depende la estabilidad de la familia en su conjunto.
La mayor parte de
nuestros problemas y satisfacciones tienen que ver con nuestras relaciones
interpersonales. Es cierto, que las personas somos interdependientes, que
necesitamos el apoyo y los recursos de los demás. Por eso vivimos juntos, en
pareja, en familia y en comunidades.
Es lógico que en esta
situación de interdependencia no siempre salgan las cosas como nos gustarían;
no siempre nuestros deseos pueden ser satisfechos y va a haber frustraciones.
Si a eso le añadimos
que no siempre sabemos expresar adecuadamente nuestras diferencias y utilizamos
experiencias cargadas de emociones y sentimientos que sólo agravan la
situación, ya tenemos servido el conflicto.
Dado que los
conflictos son inevitables, la postura más adecuada para enfrentarlos es
aceptar su existencia como algo normal y
aprender a manejarlos de forma constructiva. Y cuando nos acostumbramos
a actuar de esta forma obtenemos muchas ventajas ya que aumentan notablemente
nuestras probabilidades de lograr nuestros deseos y objetivos, mejoran nuestras
relaciones, aumentando el apoyo y la confianza mutua, el aprecio y la
cooperación, lo que repercutirá en el bienestar de todos.
En muchas ocasiones
lograr esto requiere de un cambio de actitud por una o ambas partes para evitar
o reducir la intensidad de ciertos conflictos, cediendo en aquello que no sea
importante para nosotros, controlando nuestra expresión de emociones hostiles
susceptibles de ser malinterpretadas y dialogar, buscando soluciones negociadas
que nos permitan llegar a compromisos aceptables y satisfactorios para todos.
La Terapia de Pareja ayuda a las parejas, casadas o no, a entender y a resolver los conflictos y a
mejorar su relación. Proporciona las
herramientas necesarias para potenciar la comunicación y utiliza técnicas
de resolución de conflictos facilitando la negociación de las diferencias
existentes en el seno de la pareja.
No todas las parejas son iguales,
ni tienen los mismos problemas, y para conseguir una intervención eficaz, se
busca crear un marco apropiado para conocer
las necesidades de los miembros de la pareja, identificar los problemas y
ayudarles a resolverlos, cambiando, aceptando o mejorando ciertas pautas de
comportamiento, emocionales y de comunicación, creando las condiciones para renegociar normas, roles y creencias
que conduzcan a una nueva relación
más adaptativa y satisfactoria.
Cuando esto no es
posible y se percibe que la ruptura es la única opción se acompaña a la pareja rota en dos procesos distintos, elaborar el
dolor de los hechos que provocan la ruptura y el proceso de ruptura en si
mismo, ayudando a los miembros de la familia a entender y a adaptarse a su
nueva situación, priorizando el bienestar de los hijos menores cuando los hay.
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