Una de las
situaciones más estresantes que puede sufrir una familia es la separación o
divorcio. El divorcio de la pareja afecta necesariamente a todos los miembros
de la familia, tanto a los padres como a los hijos.
La manera como los
padres afrontan la separación influye directamente en las consecuencias emocionales que pueden manifestar los hijos, por lo que es muy importante mantener una relación positiva y estable
que promueva el bienestar psicológico de los menores. Esto se consigue
reduciendo el nivel de conflictividad a que se ven expuestos los hijos, intentando mantenerles al margen de las
tensiones y desavenencias paternas y fomentando una relación apropiada
entre ambos progenitores y los/as hijos/as.
Generalmente la
conflictividad entre la pareja tiende a disminuir con el paso del tiempo, sin
embargo, según algunos estudios entre un 15-20% de las personas separadas con
hijos, mantienen un alto nivel de conflicto respecto a temas como el reparto de
bienes, el régimen de visitas de los hijos, la manutención y otros, incluso dos años después de la separación.
Estos conflictos pueden cronificarse y llegar a ser devastadores para todos los
miembros de la familia.
Especialmente se provoca un gran daño emocional a los
hijos cuando se les obliga a posicionarse respecto a uno de los progenitores,
cuando se les utiliza de “informantes” de los que hace o dice el/a otro/a, cuando se les chantajea emocionalmente y
cuando se busca en ellos un aliado para hacer campaña de desprestigio contra
el/a otro/a.
Los padres y las
madres que tienen la custodia exclusiva, manifiestan tener dificultades y preocupaciones
semejantes en el periodo inicial de la separación: dudan si su actuación como
padre/madre es adecuada, pueden sentirse angustiados y experimentar estrés
psicológico, síntomas depresivos y pocas relaciones sociales o aislamiento.
Como consecuencia de esto se suele producir un deterioro en las prácticas educativas, con un menor control sobre
las situaciones y normas menos consistentes. En muchos casos los menores se
convierten en la única fuente de apoyo emocional para el/la adulto/a, pudiendo
generarse problemas de adaptación que pueden suponer un riesgo en la educación
de los hijos.
Así pues, la
separación de la pareja, puede suponer una experiencia traumática para los
menores y es especialmente importante, aunque la pareja tenga dificultades para
comunicarse, hacer un esfuerzo especial por sus hijos y favorecer que la
relación entre ellos sea lo más positiva posible. Con esto, ambos progenitores
podrán ejercer su función parental desde
la cooperación y la colaboración, empezando por la redefinición de su
relación como padres, que se modifica después de la separación, afectando a las
actividades que cada progenitor desempaña.
Una actitud madura y responsable por parte de los padres
asumiendo la importancia de la coparentalidad, influye decisivamente en la
adaptación de los hijos a la nueva situación.
Los/as hijos/as se acostumbrarán a tener dos casas y aprenderán a comportarse
de manera adecuada con el padre y con la madre a pesar de las posibles
diferencias en las pautas educativas y los valores entre ellos.
Es importante que
ambos progenitores posean habilidades educativas eficaces para prevenir
problemas de comportamiento de los menores que se originen como consecuencia de
la separación, aplicando ambos
estrategias de disciplina eficaces, estableciendo un ambiente organizado y
predecible, permitiendo a los hijos un cierto funcionamiento autónomo y
facilitando que se establezcan relaciones de apoyo entre los hijos y con el
otro progenitor.
Es fundamental pues,
que ambos, padre y madre, comprendan en qué medida sus pautas educativas y de
comunicación afectan a sus hijos/as.
En Estados Unidos
existen programas de intervención dirigidos a madres y padres con la custodia,
dirigidos a padres y madres sin la custodia y dirigidos a familias
reconstruidas que han demostrado sus efectos positivos tanto en los
progenitores como en los/as hijos/as
A lo largo de la
separación y cuando las reacciones y las situaciones de crisis se desbordan, es
bueno pedir ayuda a profesionales como psicólogos, mediadores familiares o
educadores que pueden dar apoyo a padres e hijos en el proceso que están
viviendo.
Cristina Enseñat Forteza-Rey
Psicóloga General sanitaria
Orientadora Familiar
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