miércoles, 20 de julio de 2016

En defensa de las familias



Según datos del INE, la española es una sociedad envejecida, con pocos niños, con cada vez menos matrimonios y más familias rotas e insatisfechas.

Con los índices de natalidad por los suelos, ya somos más personas mayores que jóvenes, cada vez hay menos matrimonios y más rupturas familiares.

La familia es el primordial espacio de encuentro y socialización para las personas y cumple funciones sociales indispensables. De hecho, sin familias, no existiría la sociedad. 

Es necesario entender que el matrimonio y la familia son un bien para la sociedad y que el bienestar social está firmemente ligado al bienestar de las familias, y todo lo que afecte a las familias, antes o después repercute en la sociedad y viceversa.

Por esto, ayudar a las familias significa entender su realidad y atender sus necesidades, contribuyendo a su estabilidad para que puedan desempeñar y cumplir con todas sus funciones. 

Conforme a la resolución de la ONU sobre “Protección de la Familia” de Julio de 2015: “La familia constituye una poderosa fuerza para la cohesión social y la integración, la solidaridad intergeneracional y el desarrollo social”

Sin embargo en España hay cada vez menos matrimonios y más rupturas familiares.
Esto ocurre por varias causas, por un lado hay motivos de naturaleza económica y laboral, como las elevadas tasas de desempleo y la precariedad laboral, los elevados costes de la vivienda y el retraso en la emancipación familiar de los jóvenes. Y por otro lado, razones de índole cultural, jurídico y social que han ido creando unas circunstancias ambientales contrarias al matrimonio y a la familia, que se han ido configurando en un auténtico rechazo al matrimonio, a su compromiso, a lo que significa y a su valor para la sociedad.

Actualmente, en España, existe una cultura desfavorable a la familia, a la maternidad, a la paternidad y a sus funciones y se infravalora el papel de la familia en la sociedad. Esto dificulta la mejora de las condiciones para que la familia pueda cumplir eficazmente su cometido.

La estabilidad familiar es la base para el desarrollo global y armonioso tanto de los padres como de los hijos que favorece la estabilidad emocional, psicológica y física de todos ellos. Además repercute positivamente en la sociedad, ya que hogares estables generan sociedades estables. 

Sin embargo, la ruptura familiar desencadena dramas, fracasos personales y familiares que también afectan a todos, a los padres y a los hijos.



Entonces ¿es un bien en si mismo favorecer la reconciliación familiar evitando, si es posible, la ruptura matrimonial? ¿Es positivo ayudar a los matrimonios en crisis a intentar superarlas?

Frente a la cultura de la ruptura debemos desarrollar y promover una cultura de la reconciliación. Pero la realidad es que cada vez hay más rupturas familiares y que detrás de cada persona que se divorcia hay un conflicto por resolver y un drama familiar.

La Orientación Familiar tiene el propósito de ofrecer una respuesta a las necesidades de los cónyuges y de las familias. Ya sea desde una perspectiva preventiva, de asesoramiento o terapéutico, con el fin de mantener la salud, la estabilidad conyugal y familiar y evitar el debilitamiento de sus funciones. Así como intentar mitigar las crisis y los sufrimientos en que se ven envueltas las personas implicadas, favoreciendo así el bienestar de las familias y sus miembros.









Cristina Enseñat Forteza-Rey
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar




También te puede interesar:

martes, 12 de julio de 2016

¿Eres tú la madrastra o el padrastro? Superar las dificultades



Muchas de las dificultades a las que tienen que hacer frente las familias reconstruidas son distintas de las dificultades que afrontan las familias nucleares. La novedad de las situaciones que experimentan los miembros de la nueva familia junto con el desconocimiento de cómo afrontarlas, puede ocasionarles frustración y desánimo.

Las tasas de separaciones y divorcios han aumentado progresivamente en nuestra sociedad. Sin embargo, la mayoría de las personas separadas o divorciadas siguen apostando por la convivencia en pareja, conformando así, cada vez más, familias reconstruidas en las que, uno o ambos miembros de la pareja aporta al menos un hijo de una relación anterior, lo que convierte a los miembros de la pareja en padrastro o madrastra de los hijos de su pareja. ¿Es este tu caso?


Las familias reconstruidas son diferentes de las familias nucleares, así que su funcionamiento tiene que ser distinto también en muchos aspectos. Es un error muy común, pretender desde el inicio actuar como si se tratara de una familia nuclear, excluyendo a los ex cónyuges, asumiendo los padrastros o madrastras plena responsabilidad sobre la educación de los hijastros y/o tratando de forzar los lazos afectivos entre los miembros de la familia.

Muchos estudios señalan que la integración y la satisfacción en las familias reconstruidas dependen de dos factores básicos:

Establecer una relación de pareja sólida y satisfactoria y;

Construir una buena relación entre padrastros e hijastros.

Y ¿cómo puede la madrastra o el padrastro contribuir a que esto ocurra?

Conviene no excederse tratando de agradar o complacer a los hijastros, recordando que el desarrollo del vínculo afectivo requiere de tiempo.

Plantearse, junto con la pareja, cuál puede ser la mejor manera de actuar respecto a los hijastros teniendo en cuenta su edad, el tiempo que se convive con ellos, el grado de implicación y responsabilidad asumido por los padres biológicos, la actitud inicial del propio hijastro/a hacia tu persona y sobre todo cuáles son tus deseos al respecto, evitando en lo posible adoptar el papel de figura paternal sustitutoria y dándote un tiempo para encontrar tu espacio en tu relación con los hijastros.

Intenta mantener una relación amistosa y cordial con los hijastros manteniéndote al margen en las cuestiones referentes a la disciplina, dejando que sean los padres los que asuman esta responsabilidad, tal como les corresponde.

En todo caso y si es posible, deja claro a tus hijastros (junto con tu pareja) que no pretendes suplantar a su padre o madre, pero que como en todos los hogares las reglas y normas de convivencia son necesarias y que tu papel como adulto es apoyar a su padre o madre en tratar de que se cumplan.

Por difícil que parezca, trata de no interpretar el rechazo inicial de tus hijastros como un ataque personal. Intenta ponerte en su lugar para entender su nueva situación, teniendo en cuenta cómo ha sido su historia familiar anterior, cómo ha sido la relación entre sus padres, los cambios por los que ha tenido que pasar y el poco o nulo control que ha tenido en la toma de decisiones importantes y que le afectan directamente. Y si te es posible, intenta comprender su reacción, cuáles son sus incertidumbres o sus miedos con respecto a tu entrada en su vida y cómo le van a afectar sus nuevas circunstancias en su vida y en su relación con sus padres. 




Busca, mediante el diálogo, el acuerdo y el apoyo de tu pareja, con respecto a tu actuación con su hijo/a.

Y sobre todo, cuida tu relación de pareja, no dediques todos tus esfuerzos a tu relación con los hijastros, ellos también se verán beneficiados de que se afiance vuestra relación.







Cristina Enseñat Forteza-Rey 
Psicóloga General Sanitaria
Orientadora Familiar



También te puede interesar:





Analytics