¿Conoce esta historia?:
“Esta es la historia de un hombre que sabía que había un
tesoro en un lugar llamado Penabranca y no encontrando el sitio, compró una
fanega de monte, y en la escritura le puso Penabranca, y pedía a todos que le
llamasen Penabranca al lugar; y, pasados algunos años, cuando ya lo de
Penabranca estaba en todos y nadie le llamaba de otra forma, fue allí y
encontró un tesoro. El tesoro de Penabranca que el sabía que había en
Penabranca” (“Tesoros y otras magias”, de Álvaro
Cunqueiro).
Los tesoros están,
donde creemos que están.
Al convertirnos en
padres y madres asumimos la mayor responsabilidad en nuestras vidas y esta
responsabilidad se acompaña de muchas preocupaciones, dudas y dificultades.
Asumir esa
responsabilidad con la actitud decidida y optimista con la que emprenderíamos
la búsqueda de un tesoro nos puede ayudar a reconocer todo lo bueno y
gratificante que hay en la maternidad/paternidad y en nuestros propios hijos.
Tal vez, al revés se
entienda mejor, si no creemos que haya un tesoro no lo buscaremos y no lo
encontraremos. Es como si no existiera.
Si nos aplicamos este
argumento a nuestras actitudes como padres y madres, pensamos que en nuestros
hijos e hijas está escondido un tesoro. Y nuestra tarea como padres es
buscarlo, con actitud optimista sobre lo que podemos encontrar, porque estar,
está y nuestra tarea es que aflore.
Esto hará que nos
impliquemos en el desarrollo mental, emocional y físico de nuestros hijos.
Durante el primer año nos preocupará más la parte física, hasta los 2 años le
guiaremos con las pautas y rutinas del ritmo diario y después, a medida que
vaya creciendo le tomaremos de la mano e intentaremos con nuestro cariño,
educación y apoyo, servirle de ejemplo, mostrándoles la conducta que deseamos
ver en ellos en un ambiente sereno.
Si no somos capaces
de ver todo lo bueno que hay en nuestros hijos, el problema está en quien está mirando.
Si pensamos que en
nuestros hijos e hijas está escondido un tesoro, allí lo buscaremos y con
seguridad, lo encontraremos.
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